2 DE FEBRERO DÍA DE LA VIDA CONSAGRADA
MUJERES QUE CREEN Y ACOMPAÑAN AL CRUCIFICADO Y AL RESUCITADO
CON ESPERANZA
Vivimos en tiempos de incertidumbre, tiempos complicados, pareciéramos llegar a la cima de la montaña y bajarla con menos fuerza. Pero no todo es subir montañas, sino seguir caminando entre las veredas de las montañas, aventurar a veces de día a la luz del sol, a veces de noche a la luz de la luna, como lo hacen tantas personas de Suramérica que cruzan la Selva del Darien de Panamá como lo peor del camino, pero no dejar de caminar. En ese caminar salir al encuentro de personas que vienen rodeando las fronteras cargando las mochilas de múltiples historias, dolor, cansancio, intuiciones de morir en el camino y no llegar al lugar soñado, pero un sorbo de agua, una palabra de ánimo, una mano amiga, anima la esperanza, se recobra la fuerza para seguir andando.
Así me parece que tiene que ser la vida de las mujeres seguidoras de Jesús, no darnos por vencidas, sino sabernos en dinámica de crucifixión y resurrección, morir a nuestras maneras de proceder caducas, y vivir en búsqueda creativa y recreada del Evangelio de Jesús de Nazaret.
La cruces están presentes nuestra realidad cotidiana y no podemos ser indiferente; la fuerza de las mujeres que hacemos opción por los empobrecidos/as y por el reino, nos demanda atención, nos llama a dar respuesta en el tiempo y lugar, no solas, sino junto a otras personas que suman su fuerza para atender en lo emergente: dar de comer, dar de beber, vestir… otros atender legalmente, orientando y acompañando a las gestiones, denunciando las injusticias … otros incorporando en los oficios para ganarse el pan, en fin, tantas manos puestas en solidaridad con las que podemos sostener la vida de las personas.
Acompañar la Resurrección es acompañar la vida de nuestro pueblo, que después de un proceso de sanación, de ser escuchados, atendidos, animados… sonríen, se alegran, hacen fiesta comiendo pollos rostizados, cantan karaokes sacando el sonido efusivo del corazón, bailan su dolor en esperanza con los cuerpos recuperados que apuntan a seguir caminando.
Las mujeres que apostamos desde el Seguimiento a Jesús y su Reino, somos llamadas a mirar el horizonte con esperanza, a buscar con creatividad nuevas estrategias para saber acompañar los desafíos que el mundo nos presenta. Por más pequeñas que nuestras acciones sean, son semillas de mostaza signo del Reino que emerge desde abajo junto al pueblo vulnerable en camino.
Unirnos a la celebración del 2 de febrero como “Día de la Vida Consagrada” es recordar que hay mucho camino por seguir recorriendo, poniendo nuestros dones al servicio y entrega desde los más desfavorecidos. Es día de reconocernos entre mujeres la fuerza de Dios que nos acompaña en los diferentes espacios, en los diferentes frentes, atendiendo el grito de los empobrecidos/as y el grito de la tierra. Caminemos con esperanza en nuestro diario vivir.
Verónica Hernández Alegría
Apostólica del Corazón de Jesús.