Un llamamiento urgente a la acción, por Janice Sapalo (Angola)
Los derechos humanos existen para proteger y promover la dignidad inherente a todas las personas. Sin embargo, cada día nos encontramos con noticias que, por un lado, reflejan la importancia de preservarlos y, por otro, ponen de manifiesto su continuo deterioro en nuestras comunidades y espacios formales e informales. Esta contradicción nos llama a la acción, pues a pesar de décadas de discusión, promoción y esfuerzo, las violaciones a los derechos humanos persisten en diversas formas y por innumerables razones.
Es en este contexto que surge la urgente necesidad de poner sobre la mesa de discusión los derechos de las mujeres. No sólo porque es un tema que está en los medios de comunicación, sino porque exige atención inmediata. A pesar de los avances en la legislación y de las declaraciones que garantizan estos derechos, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aún nos enfrentamos a enormes desafíos. Es urgente que no sólo promulguemos leyes, sino que garanticemos su aplicación y asumamos un compromiso real con la dignidad de la mujer.
La lucha de las mujeres es constante y universal. No importa dónde se encuentren, el reto es siempre el mismo: hacer valer su dignidad. La pregunta que resuena es: «¿Hasta cuándo?». ¿Por qué, en pleno siglo XXI, sigue siendo una realidad?
Las mujeres de todo el mundo tienen que parar 16 días para reivindicar algo que es inherente a su humanidad. Pero el patriarcado les niega sistemáticamente este derecho. Les niega su dignidad, su derecho a ser, a tener y a querer. Los derechos humanos de las mujeres no son sólo una cuestión urgente; son una cuestión que merece la pena. Ocupa un lugar central en campañas, conferencias, agendas de partidos y medios de comunicación, pero rara vez produce transformaciones concretas en la vida de las propias mujeres.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos ya garantiza la igualdad. Entonces, ¿por qué seguimos luchando? Las estadísticas mundiales son aterradoras: 1 de cada 3 mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual a lo largo de su vida, la mayoría de ellas a manos de su pareja. Según la OMS, cada minuto unas 5 mujeres sufren violencia sexual. Esto equivale aproximadamente a 1 mujer por segundo que es víctima de violación, coacción o abusos.
¿Cómo podemos celebrar los derechos de las mujeres mientras la violencia encuentra nuevas formas y consecuencias devastadoras para sus vidas? Las niñas siguen siendo explotadas, obligadas a contraer matrimonio infantil, sometidas a mutilación genital femenina y a violencia económica y contra la propiedad. Las mujeres siguen siendo el rostro del analfabetismo, la pobreza y la violencia.
Hablar de ello es esencial, no sólo para prevenir consecuencias, sino para difundir información y exigir a los Estados que pongan en marcha políticas públicas eficaces para garantizar los derechos de las mujeres. En Angola, por ejemplo, la Ley contra la Violencia Doméstica, creada tras la ratificación del Protocolo de Maputo en 2005, es generalizada y no aborda adecuadamente la violencia que sufren las mujeres y las niñas. Además, la seguridad de las mujeres no está garantizada por el Estado. Como angoleña, reconozco que esta ley, en su forma actual, no responde a las necesidades de las mujeres. Lo mismo puede decirse de la Ley Maria da Penha de 2006 en Brasil.
Existen documentos internacionales como la CEDAW y el Protocolo de Maputo para promover los derechos y la dignidad de las mujeres. Sin embargo, los países se enfrentan al reto de garantizar la igualdad de forma subjetiva y promover la justicia más allá del formalismo de las leyes. Muchos gobiernos siguen elaborando proyectos y leyes sin tener en cuenta la realidad de las mujeres.
Esto nos lleva a un escenario preocupante: vemos un retroceso en los derechos de la mujer, agravado por una ola conservadora que pretende relegar a la mujer al papel que tenía en la época medieval. Esta situación me preocupa profundamente. ¿Cómo podemos imaginar un futuro prometedor cuando, casi 40 años después, seguimos necesitando 16 días de activismo para reflexionar sobre las formas de erradicar la violencia contra las mujeres?
¿Qué es lo que falta? ¿Por qué tenemos que seguir luchando por algo tan básico e inherente a nuestra humanidad? ¿Hasta cuándo tendremos que enfrentarnos a esta realidad?
Reflexionar sobre estas preguntas es vital. Más que leyes y discursos, necesitamos acciones reales, compromiso y cambios que hagan de los derechos de las mujeres una realidad tangible. La lucha continúa, y no podemos descansar mientras la dignidad de las mujeres siga estando comprometida.